Magos Modernos - Alan Moore
Alan Moore anunció que iba a convertirse en Mago en 1993, justo el mismo día que cumplía 40 años. Esta drástica decisión no tenía en el fondo nada de sorprendente para quien hubiera seguido la obra del barbudo hasta esa fecha, pues se notaba que la Magia ya estaba dando vueltas en su hiperactivo cerebro desde hacía mucho tiempo.
"Si lo que hacemos no se puede considerar ni ciencia ni religión propiamente dichos, ¿acaso sería provocador sugerir que consideremos la magia un arte? ¿O incluso El Arte con mayúsculas, si les parece bien? No es que la noción carezca por completo de precedentes. Incluso puede considerarse un regreso a nuestros orígenes chamánicos, en los que la magia se expresaba por medio de máscaras, mímica y marcas en las paredes, de aquellos pictogramas que derivaron en el lenguaje escrito, que es de donde viene a su vez la conciencia.
Moore nos expresa así como fue su decisión de entregarse a la magia, y como vive su relación con las palabras. ¿Son los escritores magos? No todos, pero muchos. Para hacer magia, las palabras son fundamentales, porque simbolizan pensamientos y crean realidades.
Y es por eso que hace una llamada a la transformación de la magia. Si consideramos, como Crowley, que la magia es el arte de producir cambios en la realidad conforme a la propia voluntad, es decir, obtener cierto grado de poder sobre la realidad, Alan Moore concluye que la magia debe ser arte y el arte debe ser magia. El mismo hecho de que un artista sea un creador, un demiurgo, ya nos puede dar pistas sobre lo que Moore piensa. La música, las performance, la pintura, la danza o la poesía son parte del repertorio de trucos mágicos que empleaban los chamanes para transformar las mentes. La ópera tiene su base en la alquimia, por cuanto los que la concibieron buscaban aunar en una todas las demás artes. ¿No es indiscutible que obras como las de Borges, Philip K. Dick, Escher o el grupo Alcest tienen más probabilidades de convencer a alguien de adoptar un punto de vista mágico sobre la realidad que cualquier superchería relacionada con lo que entendemos popularmente por magia?
¿Y cómo se hace eso? Creando. Moore pone el ejemplo de la técnica que ha estado siguiendo desde que la descubrió en ‘From Hell’: la psicogeografía. El estudio pormenorizado de una ubicación concreta (sea Londres, en el caso de la novela gráfica citada, o Northampton en sus últimas obras) da lugar a una visión general del macrocosmos, revelando las relaciones, invisibles y eternas, que hay entre lo particular y lo general.
La apuesta de Moore no es estrictamente original; las relaciones entre magia y arte en realidad son muy diáfanas, pero su punto de vista es muy interesante. Es una vuelta de tuerca a la cuestión, un golpe bajo al materialismo cientificista. No se trata de reivindicar a conejos saliendo de una chistera: estamos hablando de un sistema filosófico que ve en la poesía un poder mágico, transformador. Entendiendo el arte como magia, devolvemos al mago los poderes chamánicos que tenía en sus orígenes.
La apuesta de Moore no es estrictamente original; las relaciones entre magia y arte en realidad son muy diáfanas, pero su punto de vista es muy interesante. Es una vuelta de tuerca a la cuestión, un golpe bajo al materialismo cientificista. No se trata de reivindicar a conejos saliendo de una chistera: estamos hablando de un sistema filosófico que ve en la poesía un poder mágico, transformador. Entendiendo el arte como magia, devolvemos al mago los poderes chamánicos que tenía en sus orígenes.
Alan Moore propone la Magia como una herramienta para escapar a tal condicionamiento, una forma de contrarrestar esos símbolos, imágenes, rituales, sacrificios que apresan nuestras consciencias y nuestros cuerpos. La Magia es, por tanto, un modo especialmente radical de búsqueda de un Yo liberado, la Voluntad que de alguna manera puede acabar por transformar nuestra realidad. Aunque en un primer paso Moore lo plantea como una forma individual de percibir y contrarrestar la dominación, en un segundo movimiento podría ser algo colectivo, en consecuencia, hay en ello un significado político que no tendría por qué ser incompatible con otras formas de luchas y resistencias.
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